19/07/2014

Chaco: La herida abierta

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El 19 de julio de 1924 se llevo a cabo la primera y única gran huelga agraria indígena que conoce la historia de nuestro país. Centenares de hombres, mujeres y niños de las etnias Pilagá, Abipón, Toba, Charrúa y Mocoví. Los Toba fueron asesinados por fuerzas policiales del antiguo Territorio Nacional del Chaco. A 90 años de ese suceso recordamos los hechos. Por ANRed.


La memoria es un campo de disputas, conflictos y luchas por la apropiación del pasado; la búsqueda de un pasado para la recuperación del presente.

Hacer memoria, no es sólo recordar hechos puntuales en el devenir histórico, sino sobre todo hacer justicia.

El violento proceso colonizador en el interior del chaco argentino (uno de los últimos espacios americanos que todavía se mantenía en poder de los indígenas); producido a fines del siglo XIX y en las primeras décadas del XX, obligó a estos pueblos a modificar sus modos de vida.

La explotación del azúcar, el tanino y el algodón fue la razón que articuló esta región al escenario económico internacional, quedando sujeta a las demandas de los centros de poder, provocando cambios sociales, ecológicos y culturales que modificaron la historia de los antiguos habitantes, si bien se desarrollaron movimientos de resistencia de características peculiares.

Las campañas militares en el sur y en el norte argentino representaron el forcejeo por intentar definir las fronteras.

En la década del 20 del siglo pasado, la región este del Chaco tuvo sucesivos avances de colonización agraria. Los llamados «aborígenes” fueron considerados mano de obra temporaria o permanente, y sus modos de subsistencia, basados en la caza, pesca, o recolección, se vieron limitados, al mismo tiempo que fueron reducidos sus espacios tradicionales de vida.

Los indígenas fueron asentados en colonias agrarias subsidiadas por el estado donde debían aprender las «virtudes” del trabajo y la «civilización.”

El más importante de estos asentamientos fue la reserva o reducción de Napalpi. La reducción fue fundada en 1911, fue un lugar donde los intereses de las empresas y el estado convergieron (Arengo, 1996).

La reserva proveía y aseguraba, mano de obra en el tiempo en que ésta era demandada. Lynch Arribálzaga fue el ideólogo de ese proyecto civilizatorio que fue Napalpi.

En el año 1924 en el Lote 38, la población indígena fue protagonista de un importante movimiento social. Indígenas provenientes de diferentes lugares, respondieron al llamado del «profeta» Gómez y de otros chamanes que se unieron.

Los factores desencadenantes fueron: la carga impuesta por la administración de Napalpi al algodón entregado por los indígenas, la matanza de estos últimos por la Policía (Miller, 1967), y la prohibición del gobierno de salir de la zona chaqueña; para de este modo impedir que mejores condiciones de trabajo los atrajeran a los ingenios de Salta.

A cinco meses de publicado el decreto sancionado por Alvear en 1924 que daba una respuesta a los reclamos indígenas sobre el Teuco-Bermejito, la población de Napalpi fue víctima de lo que se conoció más tarde como Masacre de Napalpi.

El 19 de julio a la mañana, 130 policías y civiles (enviados por grandes estancieros) rodearon a los grupos en huelga y dispararon con rifles durante 45 minutos. Mataron a centenares de hombres y mujeres, ancianos y niños. «El ataque terminó en una matanza, en la más horrenda masacre. Los heridos fueron degollados, algunos colgados”, relata el libro Napalpí, la herida abierta, del periodista Vidal Mario.

El sociólogo Marcelo Musante, de la Red de Investigadores en Genocidio y Política Indígena, se especializa en el proceso represivo de Chaco. Explica que Napalpí fue parte de un sistema de reducciones estatales implementado en Chaco y Formosa, suerte de campos de concentración para poblaciones originarias donde se ejercían acciones de control y dominación. «La discusión pública debe preguntarse por qué el funcionamiento estatal, cuando refiere a pueblos indígenas, promueve recurrentemente acciones represivas. Ejemplos claros son la feroz represión ocurrida en Pampa del Indio (Chaco) a inicios de este año, lo que ocurre en la comunidad qom La Primavera (Formosa) o en Santiago del Estero.”

El develamiento de esa invisibilidad-desaparición, es seguramente lo que todavía sostiene la conmemoración de Napalpi, y su reivindicación por parte del pueblo indígena.

Napalpi es un símbolo, un puente según el Dr. García y O. Sánchez, un hecho paradigmático, semejante a otros que se repiten en nuestros pueblos, expresa el conflicto por la imposición de un modelo social y cultural diferente, aún a costa de la desaparición o negación del otro, aún cuando en la clandestinidad o en la visibilidad se sostiene la resistencia.

A 90 años del crimen se realizaran actos en el Chaco, en el lugar de la matanza y se reclamara justicia, sobre este crimen que hoy continua impune.

Paño blanco (foto)
En el brazo. Así diferenciaban los estancieros del algodón a los «indios amigos» de los «sublevados». Esta imagen, tomada en Napalpí, en aquel fatídico 1924, por el fotógrafo alemán Robert Lehmann Nitsche, integra el libro Indígenas en la Argentina. Fotografías 1860-1970, de Mariana Giordano, Ed. El Artenauta, 2012.



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