31/07/2012

Villa Moreno no para de sangrar

01_villa_moreno.jpgEn la esquina de Balcarce y Viedma, en Rosario, a pocas cuadras donde hace menos de siete meses fueron acribillados a balazos tres militantes del Movimiento 26 de Junio, fue asesinado Facundo Osuna. El joven de 18 años, ligado a una de las dos bandas que competían por la venta de drogas en el barrio, fue quien aportó uno de los testimonios claves que permitieron ligar una serie de ataques que tuvieron su corolario en la masacre de Villa Moreno. Mientras desde la comisaría 15ª alimentan las hipótesis del móvil «pasional” o una discusión por diferencias futboleras, desde el Movimiento 26 de Junio enmarcan este nuevo episodio en «la trama de complicidades que anudan a sectores del narcotráfico con las fuerzas policiales que patrocinan dicho negociado”. Por su parte, el padre de una de las víctimas del triple crimen afirmó que «alguien quiso callar a este joven». Por Indymedia Rosario.

El relato policial sostiene que alrededor de las 22.30 horas, «Lucho”,
un joven de 26 años, conducía un Renault Megane blanco cuando
se cruzó a Facundo Osuna, quien viajaba en moto con un amigo. Luego de
una discusión entre ellos, el conductor del automóvil mató
de cuatro disparos a Osuna: uno de ellos impactó en el tórax,
dos en el antebrazo derecho y otro en el costado derecho de su cadera.

Según declaró en Tribunales el acompañante de Osuna,
tal discusión nunca existió. El Megane los siguió «“por
Biedma- desde Oroño hasta Balcarce. Allí frenó en medio
de la calle y la moto continuó unos metros. «Vamos a ver qué
pasa”
, dijo uno de los pibes, y regresaron.
El amigo de Facundo «“según contó ante la jueza María
Laura Sabatier- reconoció a las dos personas que estaban en el auto y
fue a saludarlas. Ahí fue cuando Lucho bajó la ventanilla, sacó
el arma y disparó.

En un primer momento, la hipótesis difundida por personal de la comisaría
15ª fue la del móvil pasional. Según esta versión
«“rechazada por la familia y los amigos de la víctima-, Osuna habría
mantenido relaciones con la novia del presunto asesino. Pese a ello, los investigadores
no lograron dar con la chica. Por la tarde, cobró fuerza la posibilidad
de que la discusión hubiera girado en torno a diferencias futboleras.

Desde el Movimiento 26 de Junio, del que formaban parte Jeremías
Trasante, Claudio Suárez y Adrián Rodríguez
, los tres
jóvenes asesinados el 1º de enero en el club Oroño, rápidamente
salieron al cruce de estas versiones. «Nos enfrentamos a otra muerte
joven
cuya raíz profunda podemos ubicar en la matriz unívoca
de las múltiples disputas que desencadenan los negociados delictivos
en el entorno territorial
, sostiene un tramo del comunicado difundido
por la agrupación.

En el texto, además, se incluyen críticas a la política
de seguridad del gobierno
, cuya «perplejidad e inoperancia”
impiden «afrontar una problemática estructural que en lo que
va del año tuvo como saldo 90 muertes
que responden mayoritariamente
a una matriz común. Otro asesinato en las periferias de la ciudad evidencia
la incapacidad reinante para desbaratar la trama de complicidades que anudan
a sectores del narcotráfico con las fuerzas policiales que patrocinan
dicho negociado”
. Eduardo Trasante, padre de Jeremías,
vinculó directamente este nuevo episodio con la causa en la que se
investiga la muerte de su hijo
y sus compañeros. «Alguien
quiso callar a este joven»
, consideró. Y agregó: «Hay
una suerte de venganza y de gente que quiere silenciar forzosamente a
otros»
.

***

En sus 18 años, Facundo Osuna supo ganarse unos cuántos enemigos.
Hacía poco menos de un mes había vuelto a caminar «“aún
lo hacía con dificultad- a raíz de una serie de balazos recibidos
en sus piernas el 29 de diciembre último
. Frente a la jueza que lleva
adelante la causa, la víctima individualizó como responsable del
ataque a Maximiliano Rodríguez, hijo de El Quemado y miembro de
la banda que éste lideraba. Aparentemente, ese testimonio habría
sido obtenido entre amenazas y llantos de la víctima, que no ocultó
su miedo por las consecuencias que este podría generarle a él
y a su familia. La Justicia garantizó la protección a todos
ellos.
Aquella noche, Facundo había vuelto de una «joda en lo de una
amiga”
. Eran cerca de las cinco de la mañana. Entro a su casa
a buscar un cigarrillo «“para un amigo; él no fumaba- y salió.
En ese momento, su madre escuchó una ráfaga intensa de disparos
que provenían del pasillo de ingreso a su casa, en Dorrego al 4000, y
pensó que eran petardos.

Luego del ataque, la familia de la víctima se encargó de
juntar minuciosamente las vainas servidas
y las balas que quedaron en el
lugar y se las entregaron, en una bolsa, al comisario de la 15ª, Abel
Santana
, quien «“con mucha menos minuciosidad «“ se encargó
de desaparecerlas
. Este episodio fue la mecha que encendió una sangrienta
serie de venganzas que desembocaron en el brutal asesinato de Patom, Jere y
Mono
, los tres militantes del Frente Popular Darío Santillán
en la madrugada del 1º de enero frente a la canchita del club Oroño.

***

El día que lo mataron, Facundo Osuna se despertó contento. Estaba
por iniciar el tratamiento de rehabilitación que le permitiría
algún día volver a caminar con normalidad luego de casi siete
meses de convalecencia, transcurrido entre la sala de internación del
Hospital Clemente Álvarez (Heca), el encierro de su casa y los Tribunales
provinciales. Además, ese era su primer día de laburo en una
cadetería
.

«Mami, hoy vos y yo vamos a tener un propósito”, recuerda
Claudia Báez que le dijo su hijo antes de partir esa mañana.
Según cuentan sus hermanas, desde hacía dos meses, Facu iba los
domingos a la Iglesia y leía la biblia. Había sido la abuela,
una ferviente evangelista, quien acercó a su nieto a la fe religiosa
.
«¿Cuál era el propósito que me dijo mi hijo, que
hoy yo lo iba a tener que estar velando?”
, dirá más tarde
la mujer, mientras el cuerpo de Facundo, con cuatro balazos en el cuerpo, yace
en un cajón en el living de su casa.

Al regresar del Heca, cerca del mediodía, Facundo tomó unos
mates con la mamá y se fue a trabajar. Por la noche, mientras ella cocinaba,
él salió a cobrar una plata que le debían. Luego del ataque,
el joven se involucró en la venta de indumentaria y de cd»™s. Para
ello, contaba con la autorización del comisario de la zona.
«Volvía enseguida. Íbamos a cenar temprano, porque él
al día siguiente entraba a trabajar a las 8”
, dice Claudia.
Sin embargo, Fede nunca volvió.
La muerte de Osuna, más allá de las versiones policiales de un
posible «problema de polleras” o una pelea futbolera, se enmarca
en una compleja trama de disputas territoriales por la comercialización
de drogas, tráfico de armas y complicidades policiales que se cobraron
la vida de cientos de jóvenes en los últimos años en los
barrios más violentos de la ciudad.

No está claro por qué demoró dos horas dando vueltas
en el barrio y mucho menos las causas que llevaron al asesino a cometer el crimen.
La mayoría ni siquiera se lo pregunta. Lo único claro es que desde
diciembre, el barrio ha quedado envuelto en una batalla sangrienta
que parece
no tener fin. Una batalla que involucra a narcos, policías y jueces y
que elige sus víctimas entre pibes de 15 y 25 años.



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