13/10/2017

Me voy para Chaco

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¿Por qué voy a los Encuentros de Mujeres? ¿Para qué?. Siempre me pregunto lo mismo en el preciso instante que preparo la mochila. Es un hecho político y como la feminista que me jacto ser debo estar ahí. Aunque en el fondo sé que aquello que me arrastra a viajar en micros incómodos, a dormir en camas de piso y aislante, es una mística difícil de codificar en palabras. Esa mística que transforma al encuentro en una cita obligada, de la que necesito ser parte cada año, en octubre verde-violeta. Por Leticia Corral para ANRed.


Me llamo Leticia, tengo 38 años y soy nieta de una abuela que como dijo Zitarrosa, al igual que Doña Soledad «antes de ser mujer tuvo que ir a trabajar”. Obrera, esposa, madre y una sexualidad inexplorada. Hija de una madre de sueños rotos, de rebeldías coartadas, con la desilusión en la cara, ¡cuanto me gustaría que viaje a un encuentro!. Sobrina de una tía asesinada en un aborto clandestino, de quien heredé mi segundo nombre y quizás la firme convicción que decidir sobre mi cuerpo es mucho más que un tema de agenda feminista, tal vez el motor de todas mis rebeldías.

Mi historia se escribe como una continuación de otras historias, la de todas las mujeres de mi vida en un camino de co-construcción colectiva con mis contemporáneas. Nunca me ha gustado la palabra deconstruir, mas bien prefiero construirme colectivamente en cada charla, cada reflexión que voy escuchando y asimilo cada experiencia para acomodarla como puedo a la mía.

No pretendo hacer un diálogo público conmigo, una especie de monólogo, sino exponer cómo nuestras micro-historias se tejen en una sola acumulando saberes, experiencias y dolores. Cada una que viaja al encuentro lleva consigo sus historias, expectativas que abonan a la mística única que es ese fuego sagrado que se enciende en la intimidad de los talleres, los mates en la plaza central o, mejor dicho, ni bien ponemos un pie en el micro rumbo a cada destino donde se celebre el encuentro.

Estoy convencida de que nuestra lucha feminista la tenemos que hacer con afecto, con humor y con felicidad, porque el patriarcado y el capitalismo deshumanizaron todas nuestras relaciones sociales, y resulta un acto revolucionario urgente reconstruir los lazos frente a la enorme inseguridad en la que vivimos las mujeres ya que somos el cuerpo donde esa violencia se expresa. Podría resultar un discurso light apelar a sentimientos cuando se habla de revoluciones, pero frente a medios de comunicación que anestesian diariamente nuestra capacidad de empatía y conmiseración, que nos muestra como cotidiana la violencia, los femicidios, las desapariciones forzadas, hay que impedir permanecer indiferente, insensible frente a esta realidad compleja.

Celebrar juntas el encuentro, que cada año pretende ser colonizado por comisiones organizadoras poco representativas y partidos políticos, implica discutir estrategias y apropiarnos del espacio público, ese mismo espacio del cual fuimos confinadas en la historia para quedar prisioneras en la esfera privada que representa la familia heteropatriarcal. Cada encuentro fortalece nuestros vínculos comunitarios, y nos devuelve un lugar preponderante, como los consejos de ancianas de nuestras ancestras.

La lucha de las mujeres ha sabido fortalecerse dependiendo de sus propias características, pero levantando la bandera contra la violencia en el cuerpo de la mujer y femeneidades disidentes. En Argentina esta experiencia es única, su historia es una narrativa que ya lleva 32 encuentros, y con el firme propósito de no ceder frente a todas las adversidades que se plantean cada año, aún frente a las agresiones y represiones.

Por eso viajo a Chaco, para que nuestra historia deje dar círculos, para poner mi granito de arena en este intento de parir un nuevo mundo que supere la prehistoria patriarcal.



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