15/08/2017

Medios y desapariciones: el recuerdo más oscuro

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Distintos casos se vienen repitiendo en el marco de una escalada represiva. Desde la desaparición de mujeres en el marco de luchas contra la violencia de género, hasta casos de gatillo fácil en el marco de una creciente estigmatización de muchos jóvenes. En ellos, el rol de los medios hegemónicos exhibe una peligrosa tendencia a enfocarse en la víctima justificando, directa o indirectamente, al victimario. Desde Araceli Fulles hasta Anahí Benítez o, en otros casos, como el de Nadia Rojas, actualmente desaparecida, donde los medios directamente callan. La desaparición de Santiago Maldonado, que por sus características remite a los tiempos más oscuros, no solo no es la excepción, sino que refuerza aún más la relación entre las desapariciones actuales con las ocurridas durante la dictadura militar. Por Ramiro Giganti, para ANRed.


Desde el «algo habrá hecho” al «se lo buscó”, o el «mirá lo que se puso”, instalados en el «sentido común” que justifican lo injustificable, muchas veces contienen su origen en el abordaje que medios de consumo masivo difunden e instalan. «Una fanática de los boliches que abandonó la secundaria” o «un hippie que se fue al Bolsón”, «una niñera en una fiesta swinger” o «una joven obsesionada por un profesor”.

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Los abordajes suelen coincidir en un eje: poner el foco en la víctima. Lo que en determinadas noticias parece una «nota de color” termina salpicando a quien ya fue manchado/a con su propia sangre. De responsabilizar a una chica que fue violada por su forma de ser o vestir, a hacerlo con un hombre por su aspecto «hippie” no hay mucha diferencia. El «algo habrá hecho” ya estaba a la vuelta de la esquina, o directamente a un paso. Con la desaparición de Santiago Maldonado, en el contexto de numerosas represiones a la comunidad mapuche, ignoradas y omitidas por los medios hegemónicos, ese paso ya se dio.

Sobre la construcción de una «otredad negativa”

Numerosos estudios sobre la periodización de una práctica genocida incluyen como primer paso la construcción de un «otro” negativo. Es «otro”, de cumplirse los siguientes pasos, será exterminado. Si bien es cierto que no siempre se cumplen los siguientes pasos, esa construcción de otredad negativa muchas veces oculta las intenciones más oscuras. Durante el holocausto Nazi, hubo diversos «otros negativos”. El más conocido y atacado fue la comunidad judía, pero también lo fueron gitanos y, sobre todo, disidentes políticos.

En la Argentina de los años 60″™ y, posteriormente, en los 70″™, esa construcción apuntó primero a jóvenes vinculados a movimientos culturales o políticos (desde hippies, hasta militantes de izquierda, obreros o estudiantes) para luego enfocarse en la guerrilla y desde allí, una vez dadas las condiciones, arremeter contra ellos. El saldo fueron 30.000 detenidos desaparecidos (además de muchos de otros asesinados incluso desde antes durante la triple A) y la instalación de un modelo económico que multiplicó el endeudamiento, incrementó el desempleo y empeoró las condiciones laborales, ampliando la brecha entre una minoría enriquecida y una mayoría trabajadora.

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Actualmente, desde funcionarios del gobierno y medios hegemónicos (como el diario La Nación) se puso en cuestión la cifra de 30.000 desaparecidos. También, se inició una campaña de «reconciliación” con los actores del pasado genocidio, promoviendo el arresto domiciliario a genocidas y el beneficio del repudiado «2×1”.

A los obreros y estudiantes organizados políticamente, hoy se les suma un «nuevo” sujeto de cambio: las mujeres. Las comillas expresan que en realidad no es «nuevo”, ya que hubo un importante activismo feminista en aquellos tiempos, pero sin las dimensiones y masividad que logra, tanto en Argentina como en otros países del mundo, este novedoso activismo. Y es que a partir de la lucha contra la violencia machista se desenmascaran muchas otras formas de opresión, enquistadas en el «status quo”: desde el acoso laboral, hasta la opresión patriarcal, el conservadurismo en todas sus formas, y los recortes de presupuesto, por ejemplo hacia los centros de atención a las víctimas por violencia machista.

También, sucede que cada vez que una mujer desaparece, el foco en las movilizaciones apunta a sectores de poder, por ejemplo, vinculados a redes de trata, donde más de una vez fue probada su vinculación. Se ha relacionado, en más de un análisis, a las prácticas de las redes de trata con las ejercidas por grupos paramilitares en la desaparición de personas en numerosos casos de terrorismo de estado.

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Volviendo a la construcción de «otredades negativas”, en la última semana, además de la repetición sobre el foco en mujeres víctimas de femicidios, reaparecieron viejos «otros” en su presentación negativa: «hippies, indios y guerrilleros”, todos presentados como «amenaza a la patria” o mas directamente como «terroristas”. Desde la delirante caracterización de comunidades mapuches por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, donde se presenta a una peligrosa guerrilla de la que nada se sabía hasta la desaparición de Santiago Maldonado, pero que tiene en peligro a dos países (Argentina y Chile), se vinculó a los Mapuches con la ETA, con guerrillas kurdas, con las FARC y hasta con Inglaterra.

Rara vinculación de los mapuches con Inglaterra, cuando una de las figuras cuestionadas por usurpar tierras en la Patagonia es el Magnate inglés Joseph Lewis, quien fuera defendido públicamente por el presidente Mauricio Macri hace unos meses. La «extranjerización” con connotaciones negativas parece no afectar a empresarios. La idea de patriotismo, con sus elementos fascistas innegables, tiene ese tipo de selecciones. En nombre de la construcción de una nación se realizaron campañas al «Desierto” (curioso nombre para tierras ocupadas por comunidades desde mucho antes de la llegada de europeos).

Ambos genocidios, tanto el de las campañas al desierto exterminando comunidades originarias como el de la pasada dictadura militar, encuentran un actor común que se benefició de ambos: la clase terrateniente, representada actualmente (y desde hace más de un siglo) en la Sociedad Rural Argentina (S.R.A). Dicha organización, cuyos fundadores fueron beneficiados luego de la usurpación de tierras a comunidades originarias en las mencionadas «campañas”, apoyó abiertamente a la dictadura militar de 1976 a 1983. El reciente pronunciamiento de esta organización marca su continuidad, que también nos remite a los recuerdos más oscuros.

Criminalizar a los mapuches

A partir de la desaparición de Santiago Maldonado, tanto desde el gobierno como desde medios de comunicación, se impulsó una burda operación de calumnias. Tras no informar sobre numerosos episodios de represión a las comunidades mapuches, algunos de gravedad, ocurridos en el pasado mes de enero, y tras no informar de la desaparición de Santiago durante los primeros días (donde no sólo se denunció su desaparición sino que se realizó un pedido de habeas corpus), la primer información «relacionada” a estos hechos fue al informar sobre «destrozos en la casa de Chubut”. En dicho episodio se hablaba de «encapuchados violentos” sin precisar datos, y una pintada que decía «aparición de Seba Lechu”. Resulta curioso que esos «encapuchados violentos” ni siquiera sepan el nombre del desaparecido.

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Evitando nombrar a Santiago Maldonado, durante el programa «Periodismo Para Todos”, conducido por Jorge Lanata, se disparó contra la comunidad mapuche. Un informe los presenta como «una amenaza que preocupa al gobierno”, con fuentes y entrevistas muy confusas. Luego inserta un hecho policial por un crimen, aún impune, ocurrido en 2012 en el paraje Pilo Lil en Neuquén, donde ocurrió el crimen del policía José Aigo. El testimonio de los familiares del asesinado no muestra la creencia en que su crimen sea de autoría mapuche, de hecho la justicia atribuye la autoría a un grupo en el que identifica a dos ciudadanos chilenos, actualmente prófugos, que no son mapuche, en una causa más bien ligada al narcotráfico. Por la coincidencia entre el apellido del policía (de origen mapuche) asesinado y una comunidad mapuche de Argentina, Lanata mezcla ambos casos e instala al movimiento mapuche por la autoría de un crimen del que nada tiene que ver.

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Dicho episodio fue emitido por un programa de consumo masivo que ya viene realizando numerosas operaciones contra sectores vulnerables acusándolos. En este caso, recurrió a criminalizar sectores para, sin mencionarlo, justificar la desaparición de Santiago Maldonado. Porque, «si estaba vinculado con grupos asesinos, claramente algo habrá hecho”. Ni estaba vinculado a grupos asesinos, ni tampoco se sabe de nada que «haya hecho”, pero si así hubiera sido, Santiago Maldonado está desaparecido, fue visto por ultima vez mientras la Gendarmería reprimía. Lanata, no solo omitió esa información, sino que difundió informes de confusa procedencia que no solo desinforman, sino que estigmatizan tanto al pueblo mapuche como a Santiago Maldonado.

No es la primera vez que desde este programa se busca estigmatizar a un sector vulnerable y presentarlo como peligroso. Pocas semanas atrás, emitió un programa que, no solo violó los derechos del niño al exponer a un menor, sino que buscó instalar a menores como sujetos peligrosos.

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La nota sobre «el Polaquito”, un pibe que «mantiene aterrorizado al barrio» de Villa Caraza, Lanús, estaba cargada de irregularidades que valieron la denuncia, tanto de la madre del niño, como de diversas organizaciones. No conforme con el daño realizado siguió atacando tanto a organizaciones sociales como a quienes cuestionaron sus prácticas, siempre con el estilo soberbio y burlón que lo caracteriza.

El Cuento del camionero

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Mientras es curiosa la omisión o poca intención de los medios hegemónicos de cubrir el tremendo episodio de la desaparición de un joven que fue visto por última vez mientras reprimía la Gendarmería Nacional, más lo es la cantidad de noticias infundadas (por no decir inventadas) que se han publicado con «pistas falsas”. Llama la atención el poco espacio que se le da a los familiares de Santiago, para expresar sus reclamos y una desproporcionada difusión de la «versión oficial” del gobierno, carente de preguntas relacionadas a irregularidades por parte de las instituciones. Desde la «delirante” hipótesis de la ministra Bullrich relacionando a las comunidades mapuches con distintos sectores hasta la publicación y difusión de pistas falsas que sólo logran entorpecer la investigación.

«El cuento del camionero” es una historia repetida. Durante la búsqueda por la desaparición de María Cash, en el año 2011, el diario «La Nación” publicó una noticia donde sostenía que «Un camionero dijo haber visto a María Cash en Santa Fé”. Fue una pista falsa.

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En este año, «el cuento del camionero” volvió a hacerse presente mientras Araceli Fulles estaba desaparecida. Allí, «un camionero” dijo haberla trasladado desde Zárate hasta Ceibas, Entre Ríos, y declara que «Araceli planeaba ir a Brasil”. Otra pista falsa. El cuerpo de Araceli fue encontrado muy cerca de donde fue vista por última vez, en el conurbano.

Llama la atención la coincidencia con una noticia publicada, primero en el diario La Nación (el mismo de la pista falsa con María Cash), pero luego difundida tanto por «el gran diario argentino”, como por diversos medios de la misma corporación empresaria, donde «un camionero asegura que trasladó a Santiago Maldonado por rutas de Entre Ríos”. Otra vez un camionero, otra vez Entre Ríos.

No conformes con ésto, desde el canal de noticias TN (grupo Clarín), como otros medios, se difundieron unas supuestas imágenes de Santiago en Entre Ríos. Primero, fue su familia quien desmintió que fuera Santiago.

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Pero como si fuera poco, Francisco Maestre, un clown y animador, corroboró que en realidad era él el de las imágenes. Decir que todo esto es una payasada podría tomarse con humor, pero la realidad es que detrás de toda esta información falsa difundida por medios hegemónicos de consumo masivo hay un desaparecido.

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Las notas al respecto no cesaron a pesar de ser desmentidas. Incluso aclaraciones, con un fuerte contenido surrealista, donde se asegura que «hay un barrio de Gualeguaychú donde todos se parecen a Santiago”. Incluso, bajo la excusa de éstas «pistas” se realizó un allanamiento del Barrio Ecológico de Gualeguaychú, cuya respuesta fue un comunicado de sus vecinos solidarizándose con Santiago, exigiendo su aparición y una foto de ellos con la imagen de la cara de Santiago.

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Estas informaciones falsas también nos remiten al recuerdo más oscuro. Durante la dictadura, ante las primeras denuncias de madres de desaparecidos, las respuestas fueron muy similares: o atacar a las madres por no saber donde estaban sus hijos, o directamente decir que «están en Europa”. Vale también recordar que la segunda desaparición de Julio Lopez también nos remitió a esos tiempos oscuros, incluso con declaraciones como «se fue a la casa de la tía” o similares.

Lo cierto es que Santiago Maldonado está desaparecido. Como también Nadia Rojas, que la semana pasada desapareció por segunda vez. Nadia había sido encontrada luego de 32 días de desesperante búsqueda y se encontraba bajo «protección estatal” cuando volvió a desaparecer, poco tiempo antes de declarar. La escasa presencia de este caso y de indagaciones al Juez Canicoba Corral, vinculado al caso, también son llamativas.

El pasado viernes 11 de agosto, numerosos organismos de Derechos Humanos, junto a los familiares de Santiago ,convocaron a una movilización que, a pesar del clima lluvioso y el accionar de los medios hegemónicos, llenó la Plaza de Mayo exigiendo su aparición con vida. El mismo reclamo que hace cuatro décadas fuera realizado por un grupo de madres que en esos tiempos oscuros fueron calificadas como «las locas de la plaza”.



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