29/04/2017

Tambores de guerra y acuerdos comerciales entre China y EE.UU.

161215111807-trump-xi-jinping-slipt-getty-exlarge-169.jpgEl porvenir del comercio internacional y las disputas geopolíticas estuvieron en la mesa de negociaciones de los presidentes chino y norteamericano. Claro que esos acuerdos pueden saltar por el aire si los actuales juegos de guerra se convierten en conflictos reales. Por Eduardo Lucita.


Se sabe, en el largo plazo China y EE.UU. son rivales estratégicos, pero toda la evidencia disponible nos muestra que en el corto y mediano plazo comparten ciertas necesidades y objetivos comunes que se habrían sellado semanas atrás. Aunque por ahora todo está en el aire y cruzado por tambores de guerra.

En el encuentro realizado el 6 y el 7 de abril pasado en la residencia privada de Mar-a-Lag (Florida) se debía tratar una agenda de temas coyunturales de importancia que iban desde aspectos geopolíticos hasta comerciales, los más destacados: el déficit comercial estadounidense, la relación dólar-renminbi, la situación del régimen norcoreano y las tensiones en el Mar de la China del Sur.

Poco y nada se ha informado de los acuerdos y desacuerdos alcanzados por los presidentes Donald Trump y Xi Jinping. Sin embargo pocos días después el presidente norteamericano declaró: «tenemos dos países muy diferentes y dos pueblos muy diferentes, pero creo que él entendió el mensaje y yo entendí lo que él me estaba diciendo”

Prioridades

Una de las prioridades de la administración Trump es reducir el enorme déficit comercial, del orden del 5 por ciento de su PBI. Así las primeras medidas enfocaron tres aspectos convergentes: la necesidad de renegociar el Nafta con México; retirarse de los acuerdos multilaterales del Pacífico (TPP) e iniciar negociaciones con China por fuera de la OMC.

Conviene recordar que en 2016 sobre un intercambio de 560.000 millones de dólares el déficit con el país asiático alcanzó la friolera de 330.000 millones. Todos saben que el 40 por ciento de ese déficit es provocado por las multinacionales estadounidenses que producen en China y exportan a su país de origen.

Según los trascendidos ambos presidentes coincidieron en que esos resultados provocaban problemas al interior de EE.UU. y también de China (apreciación del renminbi; presiones inflacionarias; exceso de emisión monetaria). Habrían acordado un plan de mediano plazo tendiente a equilibrar los intercambios sobre la base de un aumento significativo de las exportaciones norteamericanas al mercado chino y también de las inversiones (para lo que la República Popular desbloquearía ciertas áreas -telecomunicaciones, energía, finanzas- hasta ahora cerradas al capital extranjero). En contrapartida el país asiático incrementaría sus inversiones en el sector industrial norteamericano y participaría del financiamiento del plan de renovación de la infraestructura anunciado por Trump.

Si estos acuerdos se cumplen habrá un fuerte impacto en los intercambios internacionales y en los flujos de inversión que podrían traccionar a una economía global prácticamente estancada desde hace un quinquenio, resultante de que la economía norteamericana no supera el 3 por ciento de crecimiento anual desde hace varios años, de la debilidad de la europea a partir de la crisis de 2008-2009 y del estancamiento de largo plazo de la japonesa. Asimismo se alejarían las tendencias a una guerra comercial y los temores neoliberales a una oleada de proteccionismo. No obstante los temores a una crisis financiera de envergadura producto del alto endeudamiento global y de las burbujas financiera y de construcción en China pueden poner freno a este curso diseñado por las dos principales potencias económicas del mundo.

Juegos de guerra

Pero Trump y Xi Jinping trataron también cuestiones geopolíticas. Especialmente las relaciones de ambos países con Corea del Norte, en las que EE.UU. pretende que China la controle. Norcorea es un aliado histórico de China, al que sostiene económicamente, pero que se le está convirtiendo en un problema político. Frente a las amenazas y provocaciones que podrían llegar a un punto de no retorno, China advirtió tanto a EE.UU. como a Corea del Norte que no admitirá contaminación nuclear en el noreste de su territorio; que no está dispuesto a recibir una afluencia masiva de norcoreanos, que no consentirá el reemplazo del actual régimen por uno militar que le fuera hostil, y que no aceptará que su aliado regional complique la relación con EE.UU.

Suele decirse que ningún presidente de los EE.UU. se siente como tal hasta tanto no haya lanzado algún bombardeo. Pues bien, a poco de cumplir sus primeros cien días de gobierno Donald Trump ya ha pasado ese Rubicon e ingresó en la normalidad de la política internacional estadounidense, léase intervencionismo, que promueve el establishment y que cruza tanto al Partido Republicano como al Demócrata.

El momento elegido no pudo ser más simbólico. El ataque con misiles a la base aérea Siria Trump lo comunicó a Xí Jinping mientras se encontraban degustando los postres de la cena oficial de recepción al presidente chino. Esto fue seguido días después con el lanzamiento de «la madre de todas las bombas” en las montañas de Afganistan y de inmediato la escalada de amenazas contra Corea del Norte.

Tres movimientos.

Tres movimientos que tensaron las relaciones mundiales, involucrando a cuatro países. Con el primero EE.UU. ha dicho que el caso Siria no estaba cerrado (el presidente ruso Vladimir Putin contestó que Rusia no desea que el caos se extienda, no quiere la guerra y no tiene intención de iniciar ninguna, pero que tenían el «padre” de todas las bombas, cuatro veces superior a la «madre”). El segundo fue solo una demostración de poderío militar. Ambos ataques han sido muy limitados en cuanto a su potencial disuasivo, pero tal vez pueden explicarse en relación al tercer objetivo: enviar un mensaje a China de que EE.UU. está dispuesto a tomar medidas contra Corea del Norte si ésta realizaba su sexta prueba nuclear. Finalmente la prueba no se realizó y el misil que iban a tirar resultó fallido (o lo hicieron fallar). Parecía que las aguas se aquietaban, pero nuevas declaraciones y el envío de la flota norteamericana encendieron nuevamente las alarmas.

Así las cosas China recurre a las presiones económicas -el 90 por ciento del comercio exterior norcoreano es con la República Popular- suspendiendo las compras de carbón, principal producto de exportación, y amenaza intensificarlas no enviando petróleo. Pero al mismo tiempo le advierte a EE.UU. que debe cesar las operaciones militares conjuntas con Corea del Sur.

Por la paz

El porvenir del comercio internacional y las inversiones, el futuro de la economía mundial, las disputas geopolíticas, todo esto estuvo en la mesa de negociaciones de los presidentes chino y norteamericano. Claro está que todos esos acuerdos que se supone alcanzaron pueden saltar por el aire si los actuales juegos de guerra -amenazas, bravuconadas, provocaciones- se convierten en parte de guerra reales.
Una campaña mundial por la paz y contra la guerra, venga de donde venga, se impone.

Eduardo Lucita, integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda)



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